El intérprete

Más del 98 por ciento de nuestras decisiones son inconscientes y, de las pocas conscientes, estas se basan en construcciones que, a su vez, están fundamentadas en gran parte en ilusiones y memorias falsas. Estas reflexiones son del psicólogo estadounidense Michael S. Gazzaniga, uno de los mayores expertos del campo de la neurociencia cognitiva.

Gazzaniga es conocido por sus experimentos con pacientes con cerebro escindido (split-brain), dividido quirúrgicamente en dos hemisferios, como parte del tratamiento contra ataques epilépticos recurrentes que estaban recibiendo y que estudió durante años. Estos estudios demostraron que el hemisferio izquierdo y el derecho tienen funciones diferentes, especializándose cada uno en habilidades distintas.

Al hemisferio cerebral izquierdo se le atribuyen las funciones del lenguaje, la lógica, la capacidad de análisis, la memoria verbal o la lectura y la escritura, entre otras. Y, en él, encontramos un sistema especial que Gazzaniga denominó el intérprete, responsable de que podamos construir una narrativa coherente, un relato adecuado, a nuestras acciones y pensamientos.

El intérprete nos ayuda a justificar y racionalizar nuestras decisiones y comportamientos y, también, trata de armonizar las contradicciones internas y las discrepancias entre nuestras creencias y acciones, buscando siempre una explicación lógica.

Como destaca el catedrático de Psicobiología Manuel Martín-Loeches, en su libro ¿De qué nos sirve ser tan listos? Descubre cómo piensa y se emociona nuestro cerebro, nuestro cerebro es hipersocial y «se hizo grande para afrontar los grandes retos de vivir en sociedad, de convivir con un número elevado de individuos con los que a veces cooperamos y a veces competimos».

Lo relevante es que da igual si la interpretación que nos facilita es realmente verdadera o no. El cerebro no busca la verdad. Lo que le interesa es ofrecer una respuesta que, aparentemente, sea buena y, sobre todo, que nos deje satisfechos, que alimente nuestra autocomplacencia y nos ayude a persuadir a los demás de que somos nosotros quienes tenemos la razón.

En la vida, y en la política, acabamos pensando lo que sentimos. El capital cognitivo de nuestras emociones es único, prioritario y decisivo. El cerebro no piensa. El cerebro siente.

Publicado en: La Vanguardia (23.11.2023)
He pedido la colaboración de Mònica Ruiz Revuelta para realizar la ilustración de este artículo.

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