Este artículo forma parte de la serie de contenidos del espacio ELECCIONES USA 2024, donde irán escribiendo distintas firmas invitadas.
En junio del 2016, Amanda Mars escribía en El País sobre la muerte del cantante Prince por sobredosis de fentanilo. En su texto advertía, hace ya 8 años, sobre esta droga que «resulta entre 25 y 50 veces más potente que la heroína y que se ha convertido en un quebradero de cabeza para las autoridades estadounidenses».
Desde ese año hasta ahora, la cifra de muertes por sobredosis de esta droga no ha hecho más que crecer, siendo para muchos expertos, la mayor amenaza de salud pública del país y una de las principales causas de mortalidad en Estados Unidos.
El creciente número de muertes, el drama que supone para los familiares, la difícil recuperación de los adictos y, también, los miles de videos de consumidores de drogas en el barrio de Kensington, en Filadelfia, que inundan redes sociales como YouTube y TikTok, ha hecho que la crisis del fentanilo y sus efectos haya permeado en la opinión pública norteamericana como uno de los principales problemas del país. Pero, como advierte Cliff Young, presidente de Ipsos U.S. Public Affairs: «Como todo lo demás, la salud pública es una historia de dos Américas: una roja y otra azul».
De hecho, una encuesta elaborada por la propia Ipsos, en febrero del 2023, mostraba que la mayoría de los votantes republicanos consideran que el fentanilo y otros opioides son la mayor amenaza para la salud pública (37%), mientras que solo lo es para el 17% de los demócratas que consideran más problemáticas las armas de fuego (35%). No es de extrañar entonces que en la carrera a las elecciones de este 2024, los republicanos estén convirtiendo la crisis del fentanilo en uno de sus grandes temas electorales.
Si en la campaña del 2016 Trump ondeaba su muro contra la inmigración, la crisis del fentanilo se ha convertido en la nueva bandera para fomentar el miedo contra la población migrante, culpando a México, pero también a China, como el principal causante de la epidemia. Un mensaje que ha calado en la mayoría de estadounidenses y, sobre todo, entre los votantes republicanos.
Si bien, son los cárteles mexicanos los que controlan el tráfico a EE. UU. de esta droga, los datos demuestran que no son los inmigrantes que cruzan ilegalmente la frontera los que la distribuyen, sino que llega al país mayoritariamente por pasos autorizados.
En el último año este tema ha sido uno de los puntos que más fricción ha generado entre México y Estados Unidos. Sobre todo, atizado por el ala radical republicana. Además de propuestas como el fortalecimiento de la frontera sur, el bombardeo de cárteles en México, entre otras, en uno de sus discursos Ron Desantis (ex candidato republicano) aseguraba que «tenemos a gente cruzando ilegalmente de todos los países del mundo. ¿Y eso qué nos ha traído? Ahora, la principal causa de muerte entre personas de 18 a 45 años son las sobredosis de fentanilo», induciendo a una relación de causa consecuencia errónea.
Las menciones a la inmigración y el fentanilo han sido constantes en las primarias republicanas, también, en las intervenciones de Haley y Trump. En un discurso en New Hampshire, Trump llegó a asegurar que los inmigrantes «están envenenando la sangre de nuestro país», declaraciones que muchos grupos han salido a denunciar como filonazis. Una versión que recuerda su primera campaña presidencial, en la que aseguraba que «cuando México envía a su gente, (…) están trayendo drogas, están trayendo crimen, son violadores.»
No hay ni una palabra, o muy pocas, por parte de los republicanos sobre la relación de la desigualdad, la salud mental o la adicción como enfermedad, cuando aparece el concepto fentanilo. De aquel muro del 2016, pasando por el virus «chino», hasta el fentanilo «mexicano» en esta campaña electoral. El enemigo siempre es el otro.
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