Hasta hace muy poco tiempo, Donald Trump parecía acabado. El ataque del 6 de enero de 2021 en el Capitolio —y su directa responsabilidad— era un pesada losa para cualquiera. Nadie confiaba en que pudiera lograr la nominación republicana y, de hecho, ni siquiera se esperaba que pudiera presentarse. Sin embargo, está a punto de convertirse en el único candidato republicano. Pero, ¿cómo ha sucedido este cambio en tan solo un par de años?. Las razones son múltiples y resulta interesante analizarlas.
En primer lugar, Trump ha movilizado a su base incondicional de seguidores, un grupo de activistas que le sigue a él, y no al partido. Se trata de la personalización del candidato, de hacer que su diámetro personal sea mayor que el diámetro del partido. Esta base se mantiene firme incluso frente a controversias que podrían hundir a la mayoría de los otros políticos. Su habilidad para conectar con estos activistas a través de un discurso directo y a menudo polarizador le ha ayudado a mantener un sólido respaldo.
En segundo lugar, Trump ha atacado directamente a sus oponentes, y lo ha hecho desde el principio. Atacó a DeSantis incluso cuando solo se rumoreaba que iba a presentarse. Sin embargo, lo peor para ellos es que no supieron hacer lo mismo. Todos defendieron a Trump, votaron a favor de sus políticas y le instaron a presentarse, por miedo a enfadar a las hordas trumpistas a las que, por otro lado, querían atraer. El problema para DeSantis estriba en que no se puede atraer, ni ser más radical o más original que Trump, cuando él se presenta en la misma contienda y además no se le discute ni ataca en nada. Trump ganará siempre. En el caso de Nikki Haley, la dificultad radica en que la mayoría de republicanos tampoco quieren volver a la política que había antes de Trump. El escenario es totalmente diferente, mucho más polarizado, con mayor desafección hacia el establishment (al que Haley representa) y con mucha menos confianza hacia la vieja política. Ni DeSantis ni Haley (especialmente el primero) han logrado diferenciarse lo suficiente.
En tercer lugar, Trump ha sabido controlar al Partido Republicano. La última prueba la tenemos con la renuncia, esta misma semana, de la presidenta del Comité Nacional Republicano (RNC), Ronna McDaniel, que será sustituida por un afín al expresidente, y por su nuera, Lara Trump, esposa de su hijo Eric. El miedo a Trump (y a sus represalias, verbales y electorales) ha sido tal que durante años casi todo el Partido Republicano ha apoyado todo lo que él hacía. Esto ha dado lugar a que el propio partido se haya alineado con él y a que muchos de sus altos cargos (incluyendo sus adversarios en estas primarias) hayan sido reacios, en los últimos años, a oponerse abiertamente a su figura. Todo ello genera que el poder dentro del partido sea mayor en Trump, al igual que es menor la credibilidad de sus adversarios cuando, levemente y al final, le han criticado.
En cuarto lugar, Trump ha mantenido la habilidad para dominar el ciclo de noticias y su uso estratégico de las redes sociales (suyas o de sus activistas) que han jugado un papel crucial en su resurgimiento. El expresidente ha mantenido una presencia mediática constante, comunicando además a través de la desintermediación, directamente con su electorado sin pasar por el filtro de los medios tradicionales. Esto le ha permitido contrarrestar narrativas adversas con rapidez y difundir sus mensajes de manera efectiva.
En quinto lugar, Trump ha sabido crear una narrativa de víctima del establishment, lo que refuerza su mensaje populista que ya lo catapultó a la presidencia en 2016. A cada escándalo, le añade una pátina de victimismo versus el establishment, que moviliza aún más a los suyos. Esta capitalización de la percepción de injusticia entre sus seguidores, especialmente en lo que respecta al impeachment y las investigaciones en su contra, le muestra como un mártir político que lucha contra un sistema corrupto y sesgado.
Finalmente, en sexto lugar, Trump ha aprovechado el contexto político y social de Estados Unidos, que ha favorecido su estilo y sus mensajes. El aumento de la polarización, el descontento con la política tradicional y las guerras culturales han creado un terreno fértil para su discurso basado en: «Estados Unidos primero», el enfoque en la inmigración y la economía, y su crítica a lo que él llama «la izquierda radical». Los miedos económicos siguen siendo importantes, por supuesto, aunque, si bien la percepción de la economía solía influir en las inclinaciones políticas, hoy en día, son las inclinaciones políticas las que determinan cómo se percibe la economía y, como indicaba en este artículo, aunque la economía estadounidense va bien, las percepciones son otras.
Seguro que hay más razones del más que probable triunfo de Donald Trump en las primarias republicanas. Sin embargo, considero estas seis como las principales por las que está derrotando a todos sus contrincantes y, además, de manera rápida y arrasadora.
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Imagen: Pixabay
Si la realidad es la percepción y la percepción está ligada a la emoción, la razón tiene mucho camino por delante si quiere llegar a influir.