Este artículo forma parte de la serie de contenidos del espacio ELECCIONES USA 2024, donde irán escribiendo distintas firmas invitadas.
En las elecciones presidenciales estadounidenses de 2020, un impresionante 55% de los votantes entre 18 y 29 años ejercieron su derecho al voto. Es mucho más que en 2016 (46%), 2012 (45%), 2008 (48%), 2004 (42%), 2000 (40%) o 1996 (35%). El dato muestra el gran interés que despertó esa campaña electoral de Joe Biden contra Donald Trump. Esa tendencia también se ha visto en las últimas dos elecciones de medio término (midterms): en 2018 se marcó un hito histórico, con una participación del 31% de jóvenes; en 2022 acudieron a las urnas un 27% de jóvenes, la segunda cifra más alta.
Las tendencias electorales recientes muestran que las generaciones más jóvenes tienen una inclinación predominantemente demócrata. Por ejemplo, en las elecciones presidenciales de 2020, apoyaron a Joe Biden, antes que a Donald Trump, por un margen del 61% al 36%. Justo lo contrario que los votantes de 65 años o más, quienes apoyaron a Trump en lugar de a Biden por un margen del 52% al 47%. Las tendencias electorales recientes muestran que las generaciones más jóvenes tienen una inclinación predominantemente demócrata. Por ejemplo, en las elecciones presidenciales de 2020, apoyaron a Joe Biden, antes que a Donald Trump, por un margen del 61% al 36%. Justo lo contrario que los votantes de 65 años o más, quienes apoyaron a Trump en lugar de a Biden por un margen del 52% al 47%.
Este dato ideológico del voto joven es importante porque los votantes suelen repetir el voto al mismo partido a medida que van envejeciendo. De hecho un interesante estudio de Brookings, muestra que el voto se decide en los años de «maduración», es decir, entre la adolescencia y los 20 años.
El voto suele definirse según el momentum de la Presidencia de ese momento: cuando los votantes alcanzan la mayoría de edad durante la administración de un presidente «exitoso», o que recibió altos índices de aprobación, esa cohorte vota al partido político de ese presidente y lo sigue haciendo décadas después. Por el contrario, cuando una generación empieza a votar durante el mandato de un presidente percibido como «fracasado» o impopular, esa cohorte rechaza el partido de ese presidente, tanto inicialmente como a largo plazo.
Y sí, los jóvenes actuales en Estados Unidos suelen tener mayor simpatía por el partido demócrata, pero lo importante es si van o no van a ir a votar. Eso es lo prioritario para un Joe Biden que necesita como nunca ese voto, como se ve en las encuestas que le vaticinan un empate, o incluso una desventaja que va de dos a cuatro puntos.
Si no logra movilizar a los jóvenes, puede perder las elecciones. El problema es saber cómo puede lograrlo. He aquí algunas reflexiones sobre esta cuestión:
1. La polarización. El gran aumento de voto joven, de once puntos, entre 2016 y 2020 está causado no por la gran esperanza que se tenía en Biden, sino por el malestar por la legislatura de Trump. De este modo, se trataría de un voto emocional, en contra de un candidato, no a favor del otro. Biden y los demócratas parecen haberlo entendido y estas dos últimas semanas están polarizando mucho más con Trump, atacándolo y criticando sus propuestas y su capacidad, así como su peligro para la democracia. Esta estrategia de polarización intenta implicar de este modo a los más jóvenes, como ya sucedió hace cuatro años.
2. El movimiento geográfico. En la última década hay una deslocalización tecnológica constante desde California —especialmente desde Silicon Valley— hacia otros estados del suroeste, por tener precios más competitivos, un nivel de vida más asequible y un buen clima. Eso hace que jóvenes con un elevado nivel de estudios y tendencia progresista ahora vivan en estados donde se solía votar republicano. Es el caso de Arizona y Texas. En Arizona, por ejemplo, se votó por Biden en 2020, algo que en los últimos 70 años solo había sucedido una vez, en 1996, con Bill Clinton. Como indica Martín Szulman, una explicación se puede encontrar en el auge de su capital Phoenix como polo tecnológico y de startups, ahora también conocida como Silicon Desert, que atrajo a estos segmentos poblacionales. Parecido auge demócrata vimos en Texas en 2018 con Beto O’Rourke, sobre todo en ciudades como Austin y Houston. De nuevo, aparecen nuevas oportunidades para los demócratas en estos jóvenes de los ahora swing states, pero solo las tendrán si movilizan a estos jóvenes. En caso de no hacerlo, será una oportunidad perdida.
3. Las redes sociales. Hace unas semanas hubo una novedad importante e inesperada: Biden entró en TikTok (aquí su cuenta, ya con más de 255.000 seguidores). Los potenciales beneficios para llegar a los jóvenes primaron más que las críticas. Así, comunicar por esta vía permite al candidato demócrata acceder a un público al que sería imposible llegar de otra manera, puesto que son audiencias que no están tan expuestas a medios de comunicación tradicionales y ni siquiera a otras redes sociales.
4. Los influencers. El equipo de campaña de Biden está usando influencers, a quienes ya invitó a una fiesta en la Casa Blanca y les está mimando. Lo interesante es que no importa tanto que algunos/as influencers tengan pocos seguidores como que estos sean de swing states o de determinados segmentos de interés para la campaña. Ahora el objetivo del equipo es encontrar personas influyentes, aunque sea con pocos seguidores, pero muy bien segmentados, que aún no estén hablando de política, que no estén aún en las bases de datos existentes. Como indica Sean Miller en un reciente artículo sobre esta estrategia, «hemos aprendido a centrarnos en personas reales que comparten experiencias vividas reales, no en celebridades o personas influyentes de alto perfil. Es fácil criticar a un político. Es realmente difícil criticar a una pareja gay formada por trabajadores de una fábrica en Ohio que comparten sus opiniones personales. Cuanto más real te vuelves… más seguro estás».
5. El tema de Gaza y la guerra en Israel. A principios de marzo se publicaba una encuesta de Gallup que mostraba que las simpatías pro israelíes habían disminuido 10 puntos en la sociedad estadounidense. Del 68% (aunque la media suele ser del 65%) se había pasado al 58%. Sin embargo, los datos de mayor caída estaban en los adultos jóvenes de entre 18 y 34 años, y sólo el 38% de los encuestados dijo que tenía una opinión favorable del Estado judío, frente al 64% del año pasado. Además, y hete aquí el quid de la cuestión, diferentes estudios han mostrado como los más jóvenes están actualmente mucho más preocupados por la política exterior. Una encuesta de enero de The Economist y YouGov mostraba que el 82% de los jóvenes (entre 18 y 29 años) sentían que la política exterior era algo muy importante para ellos, a la par de otros temas importantes como el aborto (83%) y el cambio climático (81%). Como guiño a estos jóvenes, el presidente Biden, en su discurso del estado de la Unión de la semana pasada, presionó al gobierno israelí para que permita una mayor asistencia humanitaria a la Franja de Gaza y busque una solución de dos Estados una vez que termine la guerra.
6. El efecto género en el voto. En la última década, especialmente a partir de 2016, se ha observado una notable divergencia en las tendencias de votación según el género en Estados Unidos, un fenómeno que también encuentra paralelismos a nivel mundial. Según datos recopilados por Gallup, las mujeres jóvenes, en el rango de edad de 18 a 30 años, muestran una inclinación hacia posturas progresistas con una diferencia de 30 puntos porcentuales en comparación a sus contrapartes masculinas. Este desglose demuestra que, aunque la juventud en su conjunto se ha inclinado más hacia el Partido Demócrata, este viraje ha sido considerablemente más pronunciado entre las mujeres jóvenes. En este contexto, resulta crucial para la campaña de Biden identificar y dirigirse específicamente a este segmento del electorado para movilizarlo eficazmente. Sin embargo, de nuevo, es importante reconocer que la motivación para este grupo parece radicar no tanto en un apoyo ferviente hacia el actual presidente, sino en una postura de rechazo frontal hacia Trump. Hay que aumentar la polarización, si se quiere llegar a ellas.
7. Hablar de temas que importan a los y las jóvenes. Nos hemos referido a Gaza o al cambio climático, pero la vivienda, los salarios, la educación… son también temas prioritarios para la actual generación de 18 a 29 años. Un error recurrente de los políticos es intentar apelar al voto joven sin pensar realmente lo que puede afectar a su metro cuadrado. En este sentido, Biden necesita propuestas reales y factibles para este público. Otro error común al apelar a los jóvenes es hacerlo sin mostrar que están implicados en la campaña, o sin mostrar líderes jóvenes en el partido y en futuros puestos de poder. Si no se muestran, no se genera la percepción —en mi opinión— de que realmente se los está teniendo en cuenta.
Sí, los y las jóvenes estadounidenses son más demócratas que nunca. Y sí, se han movilizado en las últimas elecciones de medio término de 2022, y lo hicieron en 2020 (gracias —o en contra de— Donald Trump). Pero nada parece indicar que lo hagan igual en esta campaña. De hecho, varios estudios muestran que se podría perder entre un 8% y un 10% de voto joven, que no votaría a Trump pero se quedaría en casa. De no movilizar de nuevo ese voto, Joe Biden sí que tendrá un gran problema. De nada sirve que los jóvenes sean demócratas si no votan.
Publicado en: El Independiente (16.03.2024)
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Fotografía realizada con IA