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Cuando la voz de Biden no se escucha

La habilidad de comunicar eficazmente las ideas, los logros de gobierno y las propuestas a futuro ha sido tradicionalmente una de las herramientas más potentes en el arsenal de cualquier político. Todas ellas son cualidades que han definido a líderes de éxito a lo largo de la historia. La comunicación proactiva como elemento básico para llegar al público, para mostrar, racionalmente, que se es la persona que mejor personaliza el liderazgo en su país.

Sin embargo, el entorno político actual en los Estados Unidos ha planteado nuevos desafíos que cuestionan la efectividad única de la comunicación política tal y como la conocemos. No significa que esta comunicación proactiva clásica no funcione, pero sí que, hoy en día, no es suficiente.

La polarización, un fenómeno creciente y evidente en la política estadounidense y en todo el mundo, ha cambiado drásticamente el panorama para los comunicadores políticos clásicos. Esta polarización no solo divide a la nación en términos ideológicos, sino que también afecta la manera en que los mensajes políticos son recibidos y procesados por la ciudadanía. En este contexto, la afiliación partidista y la pulsión ideológica a menudo predominan sobre el contenido del mensaje, lo que significa que las palabras de un político pueden ser desestimadas simplemente debido a quién las dice, más allá de lo que está diciendo. No basta con decir lo indicado para impactar con un mensaje, hay que ser la persona indicada, según la ideología de quien recibe ese mensaje.

En una sociedad polarizada, con medios de comunicación polarizados, con redes sociales polarizadas y burbujas comunicativas que se convierten en estancas gracias a los algoritmos, no se está ya acostumbrado a escuchar lo que no gusta. Al contrario, se está acostumbrado a criticar absolutamente todo lo que hace el adversario, a quien se deshumaniza. Porque lo importante es que es «el otro», el enemigo. Ni siquiera se escucha lo que tenga que decir.

El equipo de Biden ha descubierto que su capacidad para comunicar efectivamente está obstaculizada no por la falta de claridad o pasión en sus discursos, sino por la división inherente dentro de la sociedad estadounidense, que ha exacerbado además la agresividad del discurso político, con líderes y candidatos recurriendo cada vez más a la retórica divisiva como medio para movilizar a sus bases. En este escenario polarizado, los esfuerzos por comunicar visiones políticas o propuestas se encuentran con un muro de desconfianza y rechazo.

Este fenómeno, que ha sido relativamente coherente a lo largo de décadas, ha alcanzado un nivel intolerable en los últimos años, especialmente desde 2016. Se trata de un choque de emociones, de un tono excitado en los mensajes, de un aumento de la beligerancia política y de un crecimiento alarmante en la agresividad, a través de discursos mucho más confrontativos.

Joe Biden puede dar grandes discursos, como el del estado de la unión de la semana pasada, pero, en medio de un campo de batalla, la palabra no se escucha, y lo que sucede es que pierde su poder de persuasión y conciliación. En medio de la confrontación política, las voces no llegan. Y esa es la peor noticia para el demócrata. En este clima de enfrentamiento sin tregua, el reto para los comunicadores políticos es encontrar nuevas formas de trascender las divisiones, una tarea que se presenta tanto urgente como esencial para la salud de la democracia estadounidense.

Por el momento, Biden ya ha escogido cómo hacerlo: polarizando aún más, como estamos viendo con sus constantes ataques a Trump. En un concurso de voces, parece que quien tiene la voz más débil quiere fortalecerla, y gritar más.

(Más recursos e información en ELECCIONES USA 2024)
Imagen: Pixabay

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