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Gestionar el ánimo

Este es el primer texto que escribo para El País.com, en mi nuevo espacio dentro de sus blogs políticos, con el título «Micropolítica», en el que trataré temas diversos vinculados con la comunicación y la actualidad política.

Las elecciones las deciden los votantes. Las campañas las ganan los activistas. Hacer una buena campaña no es garantía, suficiente, de éxito electoral. Pero sí su condición necesaria. Y, aunque es cierto que las grandes tendencias de voto se definen mucho tiempo antes de la campaña electoral, también es cierto que —cada vez más— muchos electores toman su decisión en el último tramo de la misma. Los indecisos se deciden tarde. De ahí la extraordinaria importancia, todavía, de estos 15 días determinantes. Son los que decantan a electores que cambian de voto respecto al anterior proceso electoral o de opinión respecto a la última encuesta. Estos votos valen doble: el que se gana y el que se quita al adversario directo.

La campaña para las elecciones al Parlamento de Andalucía empezó ayer como un reflejo del estado emocional de los candidatos, de sus militantes y de sus electores.  Quien gestione mejor el capital y la energía emocional de militantes, simpatizantes y votantes ganará el clima político, aspecto clave en una contienda. El desánimo es tan contagioso como el ánimo. Y es en esta zona rica de emociones donde se consigue la fuerza adicional para conseguir la victoria clara o heroica.

Los líderes políticos no solo son candidatos. Son el reflejo emocional de las marcas de sus partidos y del tono vital de sus electores. La construcción del ánimo es una tarea colectiva, sí; pero muy ligada a la capacidad empática, tractora y transformadora del propio líder.

Las encuestas de instituciones públicas (IESA, CAPDEA, CIS) al Parlamento de Andalucía se presentan inciertas respecto a la gobernabilidad, pero claras en relación con el resultado. La incerteza no es ese resultado, sino la gestión del mismo. No hay empate. Sino tendencias muy marcadas. La clave se plantea como una lucha centrada en las expectativas: romper la dinámica sociológica y electoral o mantenerla y ampliarla.

En este terreno, la moral de combate electoral será determinante. Si Javier Arenas, candidato del PP, consigue arrastrar la inercia confiada hacia una seguridad movilizada, la victoria será imparable. Y, para ello, su tono personal, su estilo y su actitud serán decisivos. Si José Antonio Griñán, presidente de la Junta de Andalucía y candidato a la reelección del PSOE, es capaz de contagiar la esperanza realista, tendrá alguna opción.

Ya no hay programas. Los electores van a decidir por el  pasado más que por el futuro. El pasado histórico del PSOE y el pasado reciente del PP con el nuevo liderazgo de Mariano Rajoy en la política española. Y el PSOE tiene más pasado que el PP, aunque Arenas sea un clásico. Las personas y los equipos se desgastan. Pero las marcas electorales también. Y el PSOE tiene fatiga de marca. Griñán (y Rubalcaba) se enfrentan a un reto emocional. Las palabras recurrentes o las frases ingeniosas de mitin y propaganda no serán suficiente. Necesitarán una energía auténtica y movilizadora, y razones de peso, para que la gente vaya a votar. Nadie sigue a quien no sabe a dónde va.

Publicado en: El País (09.03.2012) (blog Micropolítica) (versión .PDF)

Fotografía: Caique Nascimento en Pexels

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