La política es —o debería ser— un ejercicio de humildad. Los resultados electorales, por ejemplo, tanto en la victoria como en la derrota exigen actuar con moderación y cautela. Se necesita para sumar aliados o para reconocer errores y el veredicto del electorado. También para la gestión: casi nunca se tiene poder suficiente y hay que alcanzar alianzas y acuerdos públicos y privados para una mínima eficacia pública.
Los límites del poder son una lección permanente de humildad. Y, finalmente, hay que aceptar que la ciudadanía puede no reconocer sacrificios personales o medidas políticas. Los electores somos insaciables y, a veces, desagradecidos —incluso injustos— y eso provoca frustración mal disimulada en nuestros dirigentes. La humildad es antídoto y remedio.
La humildad en la victoria es, quizás, la más difícil. Los líderes tienden a atribuirse el resultado como una elección volitiva, como una verdadera preferencia, desconociendo que, muchas veces, votamos por descarte, por la menor peor opción, por la coyuntura, por la percepción de final o inicio de ciclo político o por una transferencia de voto puntual para resolver un nudo o un impás político. Incluso votamos con opciones múltiples, según la elección. Y luego, también, están los intereses de los electores que votan con expectativas, no como premio sino como castigo. Es decir, los votos decisivos no son mérito propio, sino desmérito de otros.
Todo ello exige una mirada prudente y fría a los resultados, que son más un préstamo que un aval. Los dirigentes que saben interpretar los resultados como un mandato polisémico y no como un aplauso incondicional ejercitan su liderazgo con la dosis necesaria de humildad para convocar, sumar y generar opciones, también para los perdedores. La humildad es generosa o entiende bien las necesidades de los derrotados. Y eso siempre contribuye a la cooperación necesaria.
Publicado en: La Vanguardia (7.05.2024)
Fotografía: Lina Trochez para Unsplash
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– «¿Y qué hay de humildad? Humildad procede de humilis, que viene a su vez de humus, ‘tierra’. Pero ¿hay humildad en la Tierra? Aparentemente, cualquiera puede llegar y hacerle lo que se le antoje. Cavar y arar y sembrar. Pero a la larga se traga a todos sus dueños».
La caja negra, de Amos Oz (Ediciones Siruela)
– «Evita que tu ego esté tan cerca de tu cargo que, cuando lo pierdas, tu ego se caiga con él.» Colin Powell. La quietud es la clave, de Ryan Holiday
Alguien dijo algo así: «La humildad es tan buena que por eso hay muy poca».