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«La tecnología social lo ha cambiado todo, hasta la concepción del poder»

Entrevista con Laura Bellver para @360gradospress que reproduzco a continuación «La tecnología social lo ha cambiado todo, hasta la concepción del poder

Los tiempos cambian y últimamente lo están haciendo de manera radical: la sociedad no solo está más informada y decepcionada que nunca, sino que ahora dispone de medios para compartir su malestar e influir directamente en el espacio público. Surge, así, otra suerte de política. El asesor de comunicación Antoni Gutiérrez-Rubí ha radiografiado este nuevo escenario, sus causas y sus consecuencias, en el libro La política vigilada. La comunicación política en la era de Wikileaks. 360 Grados ha tenido la oportunidad de entrevistarle.

¿Qué le ha pasado a la política y qué les está pasando a los ciudadanos?
La política formal ha perdido parte de su poder y su posición preeminente para ejercerlo y para representarlo. Los límites de la política democrática para dirigir, regular, interpretar y representar el espacio público y los temas públicos de una manera suficientemente legitimada y efectiva han mostrado todas sus carencias. Los ciudadanos, conscientes e irritados, han visto cómo la política no ha respondido a los desafíos. La crisis ha dejado en evidencia a los gobiernos, a los partidos y a los líderes. Mandan menos, mandan poco y no son capaces de embridar los retos en un horizonte más justo, solidario y sostenible. Hay hambre de más política, de otra política, de nueva política.

Más allá de Wikileaks, ¿qué otras iniciativas han contribuido al fenómeno de la política vigilada?
La tecnología que disponemos es una tecnología que relaciona personas. Por lo tanto, es una tecnología social, con capacidad de reconectar y establecer nuevos vínculos sociales y relacionales sobre la base de intereses, valores e ideas. Esta nueva tecnología actúa, a la vez, como argamasa social y como un poderosísimo instrumento de creación, organización y comunicación. En los últimos meses, como consecuencia de la confluencia del descrédito de la política formal y la nueva ciudadanía social que se articula en redes, estamos viendo una nueva generación de herramientas de fiscalización, observación, geolocalización y monitorización de la acción pública sin precedentes. El secreto como fuente de poder ya no es legítimo para muchos ciudadanos. Si no se puede decir, saber y comunicar es que, quizás, no debería hacerse, por ilegal o inmoral. Esto es lo que piensan cada vez más ciudadanos movilizados, a la vez, por un sana y democrática ingenuidad política y una actitud crítica, consciente y activa, sin precedentes.

¿Hubiera sido posible dicho fenómeno sin la existencia de medios digitales o de redes sociales?
No, la tecnología social lo ha cambiado todo, hasta la concepción del poder: cómo ejercerlo, cómo obtenerlo, cómo ampliarlo o protegerlo. Hoy un pequeño rápido y creativo puede ganar a un grande lento y torpe. Los atributos del poder clásicos (tamaño, recursos, organización, posición,..) son substituidos con vocación alternativa y combativa por los nuevos (creación, redes, talento, creatividad, agilidad…)

En el libro te refieres a Wikileaks como un punto de convergencia entre «las dos grandes fuerzas estratégicas que compiten por la naturaleza de Internet». ¿Cuáles son estas fuerzas?
Las que quieren regular la energía libre y la naturaleza descentralizada y no propietaria de la red. Del resultado del combate que se produzca entre una concepción de espacio, bien y servicio público; o bien el otro que concibe la red como mercado, producto e interés privado. De ese combate se resolverá, seguramente, el concepto de libertad y sociedad en la sociedad de la comunicación y la información. Gran reto.

¿Qué debemos esperar de la vigilancia cívica: una renovación democrática o el surgimiento de nuevos populismos?
Las dos cosas. El riesgo es que la falta de reacción por parte de la política formal y democrática a las demandas de más participación y transparencia acabe con una profunda insatisfacción y recelo hacia la política. Si esto sucede, el populismo digital apolítico o antipolítico se expandirá y cercenará las posibilidades de orientar la energía democrática que hoy se percibe en las redes en una oportunidad perdida. Quizás la última.

¿Tiene esta labor ciudadana consecuencias en los medios de comunicación? ¿Cuáles?
Sí, mucha. Hoy los media, que también han perdido el privilegio de la comunicación, como la política ha perdido el privilegio exclusivo de la acción y representación políticas, ya no pueden desarrollar su función social sin la participación activa de los lectores. Nuevas ideas como el periodismo ciudadano se abren paso con fuerza. Tampoco podrán ignorar los nuevos formatos y modelos de intermediación, selección y análisis de la realidad que nos encontramos hoy en Internet. Vivían una economía de lo escaso, es decir, tenían una información que los demás no teníamos. Ahora estamos en una economía de la abundancia. Tenemos ya parte de lo que quieren vendernos. Se trata de repensar el modelo de negocio radicalmente. Quién crea que lo importante es tener compradores de diarios en vez de lectores defenderá un modelo caduco y obsoleto.

Comienzas el libro hablando del anteproyecto de Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública. ¿Qué significaría su aprobación para este movimiento ciudadano? ¿Podría decirse que sería su consolidación?
Sería un gran avance. El presidente Rajoy en su discurso de investidura ha hablado de una propuesta en el primer trimestre. Cómo se haga ya será revelador. Puede “cocinarse” entre los fogones de Moncloa o del Congreso o bien abrir el proceso legislativo a la participación, también. En Extremadura, por ejemplo, un partido político está explorando un formato nuevo a la hora de redactar un proyecto de Ley sobre el tema. Este puede ser un buen camino o una buena práctica.

Se trata de algo positivo, ¿pero la vigilancia cívica comprende algún riesgo?
Sí, que no sea la antesala de una democracia vigilante. Vigilante de los derechos y las libertades y vigilante contra los poderes o fuerzas que quieran limitarlos, manipularlos o alterarlos. No quiero una sociedad de vigilantes obsesionados con la denuncia, pero sin denuncia crítica, sin vigilancia, no habrá ciudadanía comprometida con el bien público.

Hablamos en todo momento del uso de los medios digitales y redes sociales por parte de los ciudadanos, pero en verdad son bidireccionales. ¿Qué opinión te merece el uso que hacen los políticos de éstos?
Depende. Algunos han comprendido que se abre ante ellos una nueva oportunidad de hacer política de manera nueva y con otros valores. Pero la mayoría entiende Internet simplemente como tecnología y herramientas, no como una cultura social y, por lo tanto, política. Hacer política analógica en un entorno digital es lo peor. El resultado es frustraste, artificial, y una importuna. Internet no es la extensión tecnológica de la radio, prensa, televisión y publicidad exterior.

¿Cuáles son los principales desafíos que se le plantean a la política actualmente?
La credibilidad y la autoridad. Credibilidad para ofrecerse como el espacio natural para regular y dirigir lo público. Y autoridad para ser el poder preeminente y decisivo.

¿Están los políticos a tiempo de recuperar la credibilidad?
Sí, aunque los tiempos de la sociedad y de la política formal, ya no son los mismos. La lentitud, la pereza y la cautela crónica de las fuerzas políticas son percibidas como incompetencia e insuficiencia por parte de la ciudadanía. No hay tiempo que perder. El tren ya está en marcha.

Para terminar, ¿qué crees que puede acontecer en el plano político-ciudadano en un futuro próximo? Por ejemplo, durante la recién iniciada legislatura.
La irrupción de nuevos formatos de acción política. Se trata de utilizar la tecnología para organizarnos, comunicar y construir valor de manera nueva y creativa. Hablamos de Open Government aplicado a la política.

Publicado en: 360 Grados Press (12.01.2012) (versión .PDF)

Artículos de interés:
Espionaje y tecnología para identificar activistas (Natalia Brezina. Política Comunicada)

 

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