Publicado en: El Periódico (24.09.08) (versión pdf castellano) (versió pdf català)
Cuando la vida no tiene sentido, solo lo excepcional se convierte en una opción para algunas mentes enfermas. Nada más memorable, aunque efímero, que una noticia que rompa fronteras. El anonimato tortura a los dementes que consideran que el silencio a su alrededor es parte de la confabulación del exterior contra ellos mismos. Conseguir el momento público, aunque este sea brutal y trágico, como el de ayer en Finlandia, se convierte en la demostración sublime de la ruptura con la opresión psicológica.
La necesidad de grabar las amenazas es, en el fondo, el preludio de una noticia que verán otros ojos. Es el placer de la visión anticipada, lo que explica la fascinación por la cámara. Cuando se ven en pantalla, saben que serán noticia y se sienten mejor, fuertes y considerados. El paso criminal se acerca.
En la película Taxi Driver, Robert de Niro interpretaba a Travis, un taxista justiciero que se entrenaba frente al espejo. Ensayaba movimientos, voces y habilidades. YouTube posibilita un espejo audiovisual para desafiar a la sociedad con imágenes provocadoras y premonitorias. Grabarse y visionarse tiene algo de onanismo virtual, de placer íntimo que se hace público cuando se cuelga en la red. Hacer realidad la ficción filmada es el paso siguiente e inevitable. O un aviso.
No es la primera vez que jóvenes desquiciados y peligrosos, graban sus paranoias y las cuelgan en Internet. Cuando eso sucede, el tránsito de lo virtual a lo real está al caer. Únicamente es cuestión de tiempo y de oportunidad. YouTube no es el problema. No se confundan. Es el espejo del siglo XXI.