Publicado en: El Periódico (16.09.2007) (versión pdf en castellano) (versió pdf en català)
El impacto social que tiene la difusión de noticias relacionadas con la vulnerabilidad de la infancia es incuestionable. Al hambre pandémica, la explotación y la prostitución infantil se han sumado los casos de pederastia, los secuestros, desapariciones y, recientemente, las redes de pornografía infantil en Internet que han sacudido emocionalmente, por su repugnancia extrema, nuestras conciencias creando un excitable estado de opinión pública.
Pero el abrumador y contagioso impacto que tiene el caso de Madeleine McCann no puede explicarse solo por la sensibilización emocional hacia la infancia. Las razones hay que buscarlas en fundamentos socioculturales más profundos y en la complejidad y circunstancias del caso que disparan nuestra imaginación. Estas son algunas de las claves.
La tragedia. El dramatismo que, poco a poco, envuelve el posible desenlace de la desaparición de Madeleine se ha impuesto a la esperanza inicial y conecta culturalmente con la mitología. Somos una sociedad dramática y las tragedias entre padres, hijos y hermanos son el destino de los hombres una vez que se rebelan a los dioses y, abandonados por estos, descubren sus vicios y sus virtudes. La hipótesis de que la desaparición acabe en un homicidio o en un asesinato encubiertos genera una gran expectación por su crueldad pero también por conocer las ocultas motivaciones emocionales de los personajes.
Investigación científica. La complejidad del caso parece que sólo puede resolverse a través de la investigación científica: criminólogos, perros adiestrados, sofisticados laboratorios, análisis microscópicos de restos de ADN… Conceptos que hoy en día nos resultan familiares gracias al universo literario y audiovisual. Desde las series televisivas Perry Mason o Se ha escrito un crimen, a las actuales Sin rastro o CSI, los misterios sin resolver resultan fascinantes y atractivos. Un estudio del año 2006 elegía la serie de televisión CSI Miami como la más exitosa del mundo después de analizar las preferencias de veinte países distintos.
Kate y Maddie. La expresividad cautivadora y magnética de los ojos (con un iris peculiar) y del rostro de Madeleine juegan un papel esencial en la implicación emocional y en el interés mediático. Pero los auténticos protagonistas del día a día mediático son, indiscutiblemente, los padres y, en especial, la madre. Kate resulta enigmática (¿y por ello sospechosa?) y ahí radica la voracidad de la opinión pública.
Con el pelo recogido, su tristeza meláncolica, los colores pastel y los tejidos naturales de su vestuario, el maquillaje justo pero intencionado y el inseperable peluche en sus rodillas; Kate representa una conmovedora perfección icónica que contrasta con la fortaleza mental y emocional, tildada a veces de fría y calculadora, con la que actúa.
La posibilidad de que Kate tenga una doble personalidad, una pública y otra privada e íntima, alimentada incluso por el hecho de escribir un diario personal, al que se confiesa, aumenta el enigma de un posible lado oscuro inconcebible e inconfesable. La doble moral es una obsesión muy británica. La historia nos ha inoculado el veneno del prejuicio de la mujer marcada, la bella malvada, la mujer fatal o la bruja. Los esteorotipos estéticos que modelan nuestras emociones asocian la belleza a la bondad y la fealdad a la maldad. Ese es el auténtico juicio paralelo de este caso. Se juzga, sobre todo, a una madre guapa, preparada (y católica) a la que se le presupone un incuestionable instinto protector hacia sus hijos.
Hay también un transfondo de morbo no exento de pulsión sexual. Intuyo un caldo machista y clasista en buena parte del desatado interés: si Kate fuera obesa, poco atractiva, vulgar y pobre, por ejemplo,¿sería lo mismo?
La batalla mediática. La actividad online ha sido incesante. La página http://www.findmadeleine.com/ se creó sólo siete días después de la desaparición de la pequeña. La incorporación del blog de los padres, así como los vídeos de los famosos o la galería de fotos de Maddie (incluyendo la visita al Papa y a otras personalidades) dibujan un espacio web muy profesionalizado y atractivo que incluye también la venta de merchandising y el espacio para las donaciones. La respuesta de los internautas ha sido espectacular en la blogosfera y en Wikipedia. En Alexa, uno de los ránkings más populares de Internet, la página de Madeleine se encuentra muy por encima, en número de visitas, de las páginas oficiales de las presidencia del Gobierno español y británico juntas. En Google.com, por ejemplo, «Madeleine McCann» obtiene el doble de resultados que «Tony Blair».
Sus influyentes relaciones sociales, el uso de asesores profesionales, así como la gestión de exclusivas con dinero de por medio, les ha llevado a entrar en el mercado mediático con una profesionalizada estrategia. A ello hay que añadir la rivalidad de la prensa portuguesa y británica, la industria sensacionalista anglosajona y el alineamiento de la opinión pública en defensa del matrimonio o de la policía que han contribuido, sin duda, a una competición nacional en medios y recuros para ofrecer una respuesta constante a una demanda insaciable alimentada por la dosificación de las noticias y el vuelco de las investigaciones.
La curiosidad morbosa y la especulación han ocupado ya todo el espacio. Ni la resolución definitiva del misterio podrá evitar el largo combate por la interpretación de la realidad. Más que nunca, Maddie está missing.
Enlaces de interés:
Cuatro años de la desaparición de Madeleine McCann (La Vanguardia, 3.05.2011)
Hoy se cumplen 4 años de la desaparición de Madeleine McCann en Portugal, por entonces escribí este artículo: http://tinyurl.com/65war9y