La fuerza de Nancy Pelosi reside en una sonrisa de optimismo contagioso. Los que hayan tenido la oportunidad de ver las imágenes de su primer discurso en la Cámara de Representantes norteamericana se habrán quedado prendados de la seguridad y la desenvoltura con la que Nancy, de 66 años, ha conquistado el cargo con más peso político que nunca una mujer ha ostentado en los EUA.
«Hoy hacemos historia. Hoy cambiamos el rumbo de nuestro país» fueron sus primeras palabras en un nuevo Congreso de mayoría demócrata, por primera vez en 12 años y como consecuencia del resultado de las elecciones de noviembre de 2006. Pero la que ya ha cambiado la historia es ella con su elección: «Por nuestras hijas, por nuestras nietas, tras 200 años de trabajo, que no de espera» afirmó con orgullo. Escuchó la elección de su cargo de speaker de la Cámara baja sentada en su escaño, rodeada por cinco de sus nietos en una sorprendente imagen nada habitual. Subió al estrado, alzó el mazo con una soltura envidiable e interpretó —no se puede calificar de otra manera— su discurso inaugural con un dominio del ritmo, de las pausas, de la inflexión y de la entonación que seducía por las maneras de esta mujer de origen italiano e hija de familia de alcaldes en Baltimore. Su padre y su hermano lo fueron y su madre fue una activista feminista muy destacada.
Nancy desafía los prejuicios y rompe moldes con su presencia, con su energía y con su estilo. Impecable en el vestuario, se peina y maquilla cuidadosamente, realzando sus facciones y la expresión de su rostro, con un dominio del color muy consciente y elegante. Tras esa sonrisa hipnótica y cariñosa, hay una luchadora incansable con una larga tradición política. Una personalidad fuerte que se ha forjado con disciplina, tenacidad —nunca se rinde— y una poderosa ambición.
Desde el 2002 era la presidenta de la bancada demócrata consiguiendo la unanimidad con el 88% de las votaciones entre los demócratas, lo que da una medida de su fuerte liderazgo interno y su capacidad para sumar consensos. Apoyó las investigaciones de células madre, contra el sida y la contaminación ambiental, a favor del uso terapéutico de la marihuana y defensora del aborto. Se opuso a la guerra de Irak sin agotar antes todas las vías diplomáticas y ha sido promotora de una reforma integral para la inmigración. Ha ganado su escaño, desde 1987, en el octavo distrito de California (con una fuerte presencia inmigrante) que incluye la ciudad de San Francisco. Ha promovido un Grupo de trabajo Hispano para unir el Caucus Congresional Hispano y los congresistas demócratas, favoreciendo la educación bilingüe y los servicios sociales y empresariales para la minoría hispana.
Los críticos de Pelosi, dentro y fuera de su partido, insinúan con desdén —o mal disimulada envidia— que su irresistible sonrisa es propia de la tirantez facial que se instala en el rostro después de un exceso de cirugía facial más que de un carácter afable y simpático. Pero sea resultado del bisturí o del botox, su sonrisa refleja una mirada positiva y confiada desde la política y genera una proximidad muy atractiva para el electorado. Su desafío estético es un mensaje de orgullo y de autoestima para muchas mujeres, y no pocos hombres, que no renuncia a su tradicional tacita de chocolate antes de dormir.
Los republicanos la temen. Su capacidad de trabajo y su determinación la convierten en la principal baza demócrata para controlar y doblegar al presidente Bush. La «Agenda de las 100 primeras horas» (que corresponde a los primeros quince días de presidencia del Congreso) no deja lugar a dudas sobre su voluntad de cambio en el rumbo: Implementar las recomendaciones de la Comisión 11S; normas éticas para los legisladores en la lucha contra la corrupción; aumentar el salario mínimo por primera vez en 10 años, sin aumentar el salario de los legisladores hasta su plena consecución; promover rebajas en el precio de los medicamentos para los jubilados; bajar a la mitad el interés bancario en los préstamos para estudiantes; impedir cualquier intento de privatización de la Seguridad Social o eliminar los subsidios para las petroleras, en los períodos de beneficios económicos y compromiso de reinversión en energías renovables. «Da mucho miedo» escribió el republicano Roy Blunt en su blog en un arranque de sinceridad ante el vendaval Pelosi.
Su popularidad será determinante para cualquiera de los aspirantes demócratas que se postulan. El ya lanzado John Edwards, la calculadora Hillary Clinton o la esperanza negra de Obama Barack, no podrán conseguir el apoyo en el exigente y duro proceso de primarias sin el guiño cómplice de la Pelosi y del presidente del Partido, el ex rival en primarias de John Kerry, el combativo senador Howard Dean. Pelosi y Dean representan el perfil más progresista de los demócratas y, curiosamente, han conseguido las mayores responsabilidades políticas y partidarias con un estilo muy parecido: determinación, franqueza, liderazgo, simpatía y proximidad.
Publicado en: Revista Dosdoce 16.01.2007
Fotografía: Cameron Smith en Unsplash
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