Publicado en: El Periódico de Catalunya (3.03.2014)(versión PDF)
En noviembre del 2013, el holandés Geert Wilders, líder del antimusulmán Partido de la Libertad (PVV), y la francesa Marine Le Pen, presidenta del ultraderechista Frente Nacional, se reunieron en La Haya. Esta reunión presagiaba claramente la intención de crear un partido europeo de extrema derecha en Europa, una vez realizadas las elecciones de mayo.
Para crear un nuevo partido europeo son necesarios 25 diputados, de siete países miembros diferentes. Las previsiones indican que el partido de Le Pen será el más votado en Francia, consiguiendo uno de cada cuatro votos, según la encuesta de Le Journal du Dimanche de enero. También previsiblemente, en Holanda, el partido de Wilders será el más votado.
Se trata de dos países básicos, por su población e importancia geoestratégica, en Europa. Si a estos se les unen partidos que ya obtienen representación en el Parlamento Europeo, como el ultranacionalista Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), el flamenco Vlaams Belang (2 eurodiputados), los Demócratas de Suecia, la Liga Norte de Italia (9), el Partido del Pueblo Danés (1), los británicos del Independent Party –UKIP- (13)…, el partido estará creado y el fantasma de la ultraderecha volverá a recorrer Europa, pese a solo conseguir un máximo de 60 eurodiputados, según indicó Cas Muddle en The Washington Post. Si pensamos en otros partidos, seguramente más de ultraderecha, veremos a Jobbik en Hungría o Amanecer Dorado en Grecia, que probablemente aumentarán también sus eurodiputados. Estos grupos aún «más extremos» –tal como indicó la propia Marine Le Pen– ya han realizado diferentes reuniones, como la que tuvo lugar en Roma, en enero, entre este partido griego, el británico BNP, el español Democracia Nacional o el italiano Forza Nuova.
Se prevé, según las encuestas electorales, un aumento de estos grupos en el seno de la Unión Europea, unos partidos que abogan por más control de las fronteras y una devolución de las competencias cedidas a Bruselas a la «soberanía nacional», cuando no abogan, directamente, por salir de la UE. Tal como indicaba Le Pen: «Estamos contra una UE que nos impone los presupuestos, merma nuestra identidad, nos dice quién debe entrar en nuestro país, impone la moneda y lanza a los trabajadores de unos países contra otros. Ha llegado el momento de la solidaridad entre los patriotas de Europa». Se trata de un auge de mensajes populistas que, curiosamente, se ha demostrado que se basa en mucho discurso y muy pocas ideas.
La extrema derecha no quiere ir al Parlamento Europeo a trabajar (con propuestas o críticas) sino que lo que anhelan es la cuota de visibilidad de tener grupo parlamentario, los recursos asociados y, en especial, el tiempo de exposición pública en atril y sus retransmisiones en directo y por streaming de las sesiones. No quieren hacer política, quieren hacer propaganda, que no es lo mismo. Los electores decidirán si la extrema derecha destruye los pilares democráticos de Europa desde dentro de las Instituciones, o bien se les frena en las urnas.
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