Publicado en: El Periódico de Catalunya (21.04.2014)
La percepción que tenemos de la actividad europarlamentaria no se corresponde necesariamente con la realidad. Sorprende cómo un par de votaciones consiguen una sobreexposición mediática (es el caso de la famosa historia sobre la regulación del tamaño de los pepinos, o los vuelos en primera clase), mientras que el resto de legislaciones con implicaciones importantes para la ciudadanía no llegan ni a ocupar una breve mención (desde la oposición formal al tratado ACTA, hasta la reforma pesquera en el Mediterráneo, por poner un par de ejemplos). Este desinterés es doblemente sorprendente teniendo en cuenta el gran número de veces que los eurodiputados expresan sus preferencias políticas durante una legislatura europea. Cada votación esconde una oportunidad para los medios de comunicación y para la ciudadanía de pedir cuentas a sus representantes. La web Votewatch lista más de 1.000 leyes o resoluciones aprobadas en plenaria en lo que va de legislatura (2009-2014), a las que se añaden los miles de votos en las comisiones parlamentarias o las votaciones parciales enmienda a enmienda. En total, un eurodiputado puede votar unos 1.200 textos de media durante su mandato. Un trabajo que puede ser contextualizado en cada una de las páginas individuales en la Eurocámara, las redes sociales o los grupos parlamentarios respectivos. Un material que muestra el conjunto de responsabilidades, las cuales incluyen −además− la coordinación legislativa con los otros órganos europeos como el Consejo, hasta la labor en delegaciones temáticas o regionales (como la que se ocupa de las relaciones con América Latina). En el día a día, los eurodiputados se centran también en tres actividades suplementarias. La primera, los informes como ponente; en segundo lugar, las preguntas parlamentarias realizadas; y, en último lugar, las declaraciones por escrito. De los resultados de los diferentes eurodiputados españoles, destacan, por ejemplo, los catalanes Ramon Tremosa (CiU) y Raül Romeva (ICV). Un altavoz La labor de un eurodiputado resulta a menudo oscura y, en anteriores elecciones, se ha percibido que se enviaban a Bruselas a los políticos semiretirados o que no tenían cabida en Congreso, Senado o ayuntamientos. Desde la legislatura del 2009 se envía, por parte de algunos partidos, a futuros líderes para que se den a conocer. Oriol Junqueras, por ejemplo, ahora presidente de ERC, fue escogido como eurodiputado antes de tener ningún otro cargo en el partido. Mariano Rajoy, al ganar las elecciones, escogió a dos figuras de referencia en el Parlamento Europeo, José Manuel García-Margallo e Íñigo Méndez de Vigo, para liderar la política internacional de su Gobierno. Es el trabajo, sus relaciones y su comunicación lo que consiguen que un político destaque por encima de otros. La UE no es vista ya como un cajón donde aparcar a políticos sin futuro, sino como un escaparate y un altavoz. Lo saben bien las opciones de extrema derecha que buscan consolidar su presencia con un grupo parlamentario y disponer así de las importantes ventajas de visibilidad y notoriedad. Del atril a las redes. Y, veces, de las redes al atril. Así será la nueva política de comunicación europea.
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