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Liderazgos e incertidumbres

En el marco de la celebración de la IX Cumbre Mundial de Comunicación Política #CumbreBA que tendrá lugar del 8 al 10 de junio en Buenos Aires, y donde tendré el placer de ser ponente una vez más, comparto este artículo escrito para bez (@bezdiario).


«Al no tener elección, tampoco tuvieron muchas dudas». (El refugio de la memoria, de Tony Judt)

Aumentan las dificultades, se profundizan los retos, crecen las incertidumbres. El contexto político local y global es cada día más exigente: temas antiguos sin resolver, y problemas nuevos sin pensar; escaso tiempo para reaccionar y límites insuperables que acechan; profundas desigualdades que cuartean nuestras sociedades e incapacidad para que el bien público sea protegido desde lo público y aceptado, desde lo privado, como el más sostenible, necesario y conveniente de los escenarios para cualquier desarrollo o progreso. Es tiempo de más y mejor política. Pero ¿hay liderazgos para impulsarla?

Las paradojas del liderazgo afectan, por igual, tanto a la nueva política como a la vieja. Todo liderazgo implica, como mínimo, cinco capacidades:

  1. Capacidad de observar, de escuchar: para entender las señales —espesas o clarísimas—, las voces —diversas y contradictorias— y los ecos del pasado no resuelto. Capacidad para entender la atmósfera del momento, los signos de los tiempos, las demandas de atención y escucha sin la cuales ningún diálogo cívico es posible.
  2. Capacidad de interpretar: los datos y las emociones. Lo tangible y lo intangible. Y darles sentido, contexto y narrativa, sin dejarse atrapar —ni arrastrar— por la volatilidad de lo efímero, de la moda, de lo superficial.
  3. Capacidad de orientar y proponer: ofreciendo proyectos y soluciones para el presente, pero con un horizonte global, a largo plazo, sin el inmediatismo tan agitado como agotado. Capacidad para integrar el talento disponible de nuestras sociedades y organizaciones ofreciendo un marco de compromiso en el bien común.
  4. Capacidad para representar: a los que delegaron su soberanía, pero también a las personas que deben verse representadas más allá de la afinidad política, partidaria o personal. Capacidad de convertir las instituciones en espacios fértiles para lo democrático, no en guetos clientelares, de sombras, sobres y sobras.
  5. Capacidad de sumar: integrando, aglutinando, construyendo mayorías sociales que son más profundas que las mayorías electorales. Dentro y fuera de las instituciones. Generando confluencias vigorosas, más que simples cauces. Capacidad de estimular y organizar el nervio democrático, la esperanza de justicia y el sueño de la emancipación para todos y todas.

Obviamente, para desarrollar estas funciones y estos atributos no es necesario un solo modelo de liderazgo. Pero entre los líderes proféticos, carismáticos, ideológicos u organizativos hay grandes diferencias y diversas potencialidades o habilidades para desarrollar aquellas competencias. Necesitamos unos liderazgos más estructurados alrededor de las virtudes de lo público y menos sobre el personalismo y el carácter de nuestros representantes o gestores.

Estamos en un momento decisivo. Hay líderes que confunden el soft power con la inacción o la pasiva neutralidad, la sobriedad con política low cost y la proximidad con los ciudadanos con la banalización de la conversación. Sometidos a la exigencia de lo inmediato hemos confundido lo breve con lo efímero, y lo rápido con lo agitado.

Lo explica muy bien el filósofo Daniel Innerarity en una entrevista reciente: «El gran riesgo que corremos, con esta inercia en la que ahora estamos, es que la política llegue a ser algo irrelevante. Esa es la gran amenaza. Es decir, que las cosas se autoorganicen sin ninguna intervención expresa de los seres humanos. Y el gran desafío es cómo conseguimos que la política pase de una lógica de la reparación a una lógica de la intervención, incluso de la anticipación. Eso en estos momentos resulta muy difícil porque las cosas van a gran velocidad. Yo creo que la aceleración en la que vivimos en el mundo contemporáneo nos está llevando a un sistema en el cual estamos muy poco en el presente. Eso que Paul Valéry llamaba el régimen de sustituciones rápidas. Estás muy poco tiempo en el presente porque las cosas se vuelven obsoletas enseguida. La lógica de la moda ha invadido la lógica política y lo que tenemos son productos de temporada. Por tanto, también los tiempos de la decepción política se han acelerado dramáticamente. El tiempo que tarda alguien en decepcionarnos, el carisma en agotarse, la percepción de inutilidad, se reduce».

Necesitamos otro modelo de liderazgo, alejado del patrón del follow me y de la pura eventualidad. Más que personas a las que seguir —y obedecer— necesitamos líderes que nos inspiren para actuar. Este es el reto: reducir las dudas que nos paralizan por certezas democráticas que nos impulsan y animan.

Publicado en: bez (18.05.2016)
Fotografía: Glen Jackson para Unsplash

Artículos de interés:
El presidenciable de los chilenos que no tienen candidato (Vanessa Azócar y Maximiliano Arce. La Segunda, 20.05.2016) (versión PDF: página 1página 2)

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